
Entonces fue cuando el muecín se puso a cantar desde un alminar cercano. Era la llamada a los fieles y su invocación ondulaba sin aristas en el aire abarcando todo el puerto, para dar vida vertiginosa a una bandada de vencejos que trazaban fantasías elípticas en el cielo nacarado.
(El suplente del suplente - Xavier Calicó; Quatro, Ed. Folio: Barcelona, 2006)