De repente, cuando faltaban veinticinco metros, algo ocurrió en su interior, algo que Stanley ya presentía le sobresaltó como una llamada a la cordura: ¿Qué hacía allí en medio, luchando estúpidamente? Y recordó la frase que su abuelo le dijera un día, mientras paseaban por los campos de trigo, cuando aún no había cumplido quince años: "Quizá llegues a convertirte en alguien, pero serás un desgraciado toda tu vida, pues crees estar por encima de los demás".
¿Por qué luchar para ceñirse las sienes con una corona de laurel? Pero ¿acaso no pretendía ser una leyenda? ¿Dios! A ese absurdo precio, nunca. ¡Qué idiota se sintió, nadando demencialmente hacia la meta para arañar unas décimas de segundo a sus rivales!
Llegó tercero y con el corazón palpitando en el pecho a punto de reventar, pidió perdón con la mirada a su entrenador.
(El suplente del suplente - Xavier Calicó; Quatro, Ed. Folio: Barcelona, 2006)