El restaurante, que rodeaba la piscina y la pista de baile, estaba listo para recibir a los primeros comensales con los camareros inmóviles como figuras de cera bajo los farolillos que colgaban de árboles frutales. Los manteles eran de un rosa pálido y las servilletas se erguían coquetonamente, en forma de cucuruchos, sobre los platos. En el centro de las mesas las velas, protegidas por tulipas de vidrio, arrancaban reflejos matizados en copas y cubertería.
(El suplente del suplente - Xavier Calicó; Quatro, Ed. Folio: Barcelona, 2006)
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